Historia
de las máscaras de Carnaval
Tienen su origen en Venecia, en el siglo 13, y se vinculaban tanto a lo social como al entretenimiento.
¿Cómo fue su evolución?
Tradición dentro de otra tradición, llevar una máscara en el Carnaval es
una tendencia que lleva varios siglos, y cuyo origen se remite a Venecia,
ciudad italiana en la que se utilizaron por primera vez la cobertura del rostro
y los disfraces para que, durante la celebración, se borraran ciertas
diferencias de clase social y género entre los festejantes, aunque también
fueron una forma de escaparse de la vida cotidiana y habilitar la transgresión,
la libertad y, en límites más extremos, incluso la inmoralidad.
Aquellas máscaras del siglo 13 siguen teniendo vigencia en los propios
carnavales venecianos, una atracción turística que ofrece la ciudad italiana.
Pero en el resto del mundo, y con el paso de los años la cobertura elegida
para las caras fue sufriendo mutaciones y tomando formas de temáticas populares
acordes con cada época. Así, en la actualidad tienen más que ver personajes
exitosos en el mundo artístico o deportivo, con protagonistas de comics o
series e incluso de videojuegos para los más chicos.
La máscara de Venecia ya cobró relevancia en 1268, cuando se
estableció una ley remota que limitaba el uso inadecuado de las máscaras: el
documento prohibió a los hombres enmascarados, llamados “Mattaccini”, el juego
de “huevos”, a través del cual se los llenaba con agua para luego ser arrojados
a las mujeres que paseaban. Es decir: la prehistoria de las bombitas de agua
que todavía hoy permanecen como una tradición carnavalesca.
Según la historia, en 1299, bajo el gobierno del dux Pietro Gradenigo
-máxima autoridad de la República de Venecia- Christopher Tolive, uno de sus
secretarios, permitió que la población más acomodada de la ciudad pudiera
mezclarse con el vulgo. Así dio origen al carnaval. El disfraz era la
clave para ocultar identidades.
Hacia el siglo 15 ya estaban convertidas en una tradición, tanto que en
1436, los fabricantes de máscaras, llamados “Maschereri”, regularon su oficio
ante una demanda que seguía creciendo. Las máscaras eran producidas en varios
colores y adornadas con gemas y telas. Y para ese entonces ya no se usaban sólo
en el período de Carnaval, sino también en muchas otras ocasiones a lo largo
del año. Era el símbolo de liberación y hasta de permiso para las
transgresiones más oscuras, como la lujuria.
En la República Serenísima de Venecia, la denominación que tuvo la región
entre el siglo 9 y finales del siglo 18, las principales máscaras utilizadas
fueron la Bauta, la Moretta y la Larva o Volgo, construidas en cuero y hasta
madera cubiertos en terciopelo. Eran acompañadas por la clásica vestimenta
conocida como Tabarro, una capa negra, larga, que se ajustaba tanto para
hombres como para mujeres.
Una Bauta tenía bien marcados los ojos y la nariz, y lo más
llamativo era la ausencia de boca, que en este adorno era sustituida por esa
especie de pico cuya misión principal era permitir comer e incluso beber sin
necesidad de quitársela y lo más importante: hablar simulando la voz.
La Bauta era un tipo de máscara usada por hombres y mujeres e
incluso era obligatorio que las mujeres casadas la llevaran puesta cuando iban
al teatro y estaban prohibidas entre las jóvenes en edad de casarse. La máscara
era un accesorio habitual en la vestimenta de muchas mujeres que incluso comían
con ella si bien podían hacerlo sin problema. Los hombres por su parte,
llegaban incluso a usarla para la toma de decisiones de importa política.
La Moretta es uno de los diseños más antiguos del carnaval
veneciano. Aunque su nombre pueda inducir a pensar en un origen italiano, se
trata de una creación francesa que, gracias a su elegancia y su feminidad, se
convirtió rápidamente en la máscara preferida de las damas venecianas de
principios del siglo XVI. De forma ovalada y carente de cualquier rasgo humano
más allá de la insinuación de la nariz y el hueco de los ojos, eran
generalmente de color negro forradas en terciopelo negro.
Las mujeres mantenían sujetada la máscara a través de una bola que se apretaba con los dientes. De ese modo, no podían hablar durante toda la velada. Por eso también se la conocía como la Servetta Mutta (la criada muda) pero, lejos de considerarla como un menosprecio a la mujer, los venecianos de la época consideraban como la representación de la pureza.
También fue popular la Larva o Volto, el antifaz más común
utilizado en la ciudad italiana ya que su fabricación era muy sencilla. El
significado de esta máscara procede del latín “fantasma” o “espiritú del mal”.
Es completamente blanca y normalmente es acompañada por un sombrero de tres
picos. Sin embargo, con el paso del tiempo, mutó en una especie de lienzo que
se puede personalizar por completo, lo cual permite muchas versiones de este
tipo de careta.
Fue tal la necesidad de usar máscaras y por ende el furor generado en la
comunidad que los venecianos llegaron a estar más tiempo de incógnito que a
cara descubierta. Durante el siglo 18 fue su expresión más barroca. Había seis
meses de festejos y de lujuria. Bajo la ocupación de Napoleón, a partir de
1797, lo prohibieron por temor a las conspiraciones que podían tejerse detrás
de las máscaras. Para ese entonces se trataba de una moda que había trascendido
largamente los límites de Italia y se la veía en reuniones aristocráticas de
muchos países de Europa.
La tendencia actual de usar máscaras relacionadas con personajes populares
tiene su correlato con algo que ya sucedía algunos siglos atrás. Fueron muy
reconocidas como representación de los personajes de la Commedia
dell’Arte, una manifestación artística que cobró tanta relevancia que los
venecianos terminaban disfrazándose de sus personajes favoritos. Era una forma
de teatro que se basaba en la improvisación, inició en el siglo 16 y fue
popular hasta el 18. Los actores se desenvolvían corporalmente con una mezcla
de malabarismos, acrobacias y humor sobre una base de personajes con una
historia áspera.
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